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sábado, 14 de julio de 2007

FESTIVAL HATOVIEJO COOTRAFA, RECUPERACIÓN DE LA MÚSICA ANDINA Y LLANERA

Colombia es un país de una gran riqueza cultural, si se observa que por su topografía quebrada que forzó a formar regiones, y por el sincretismo étnico como resultado de las fusiones raciales, provocadas por el proceso conquistador español, y la traída de negros del africa, para que sirvieran en las minas, la música y las danzas no fueron una, sino varias, con los sabores y los colores propios del Llano, de los Andes colombianos, de la costa Pacífica y el Caribe. Cada región folclórica, vendría a caracterizarse con aires musicales influídos por el clima, el paisaje natural de la zona, y la influencia de la música indígena, española y negra como aportantes foráneas.
No extraña por lo tanto, entonces, que en colombia se den con generosidad una ristra de festivales, empeñados todos en no dejar morir el folclor regional. Por eso, ese afán de recuperar espacios, através de estas convocatorias musicales, para que no se pierda la tradición, y a la vez, permita que la tradición se renueve, asi le duela a los puristas. Ejemplos de estos festivales abundan: los del vallenato, el porro, el fandango, la gaita y la cumbia en la Costa Atlántica. El Festival del Mono Núñez, en Ginebra (Valle), donde se convoca a la música colombiana, en la responsabilidad de intérpretes y compositores, que pueden tomar el riesgo de buscar nuevos matices, acordes, transfugarse de la tradición, o acogerse al purismo. Con mi pie izquierdo, apelando al humor y a la fuga, ganó este festival del mono Núñez, merced al ingenio musical y letrista de John Claro.
Pero, uno de los festivales con mayor arraigo en el país, el de Hatoviejo Cootrafa, que acaba de culminar, en su XXI versión, en el pueblito antioqueño de Bello. Esta vez, convocó a los paisas y demás gente del país, que no han perdido el sentido de pertenencia, y se identifican con la música andina colombiana y llanera, en El Cerro del Angel, una especie de mirador hacia Medellín y El Valle del Aburrá, como lo es la Mesa de Ruitoque, donde los santandereanos realizan el Festivalito Ruitoqueño, catalejo abierto hacia Floridablanca, Girón, y Bucaramanga.
Santander le apuntó en esta versión del 2007, al primer puesto en obra vocal inédita, con Gota de sol, una especie de bambuco, para dos voces, hecho en ese matiz y postura de la música colombiana nueva, con visos de renovación, fresca y poética en los versos.
Destacable del festival que los grupos instrumentales, los conforman gente joven, capaz de hacer arreglos atrevidos, para instrumentos, que nunca se pensó en otros tiempos se pudieran juntar para armonizarlos. Qué bien la presencia de una compositora joven paisa, Luzmarina Posada, con una Guabina, Al borde de tu voz, puesta en unos acordes y en unos versos que aperturan al amor sin caer en melodramatismos, donde apunta la metáfora capaz de expresar un sentimiento sin que supure lágrimas. Y, ese bambuco, canto de la esperanza, que tanto le hace falta a un país dolido y hastiado de muertes, A pesar de tanto gris, recordándonos que el sueño de ser felices, no es una utopía, y que está al alcance de las manos, en la grieta de una pared, a la vuelta del camino, entonces por qué desesperar, y no buscar la esperanza.

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